Se pasó las manos por el pelo. Cruzó las piernas -la derecha sobre la izquierda- y miró durante varios segundos la taza de café. Estaba frío, el café. Pero igual lo tomó, de un sorbo. Volvió a pasarse las manos por el pelo. A empezar otra vez, dijo, para nadie. Estaba solo. Pero necesitó decirlo así, en voz alta.
Siempre hay que empezar otra vez, dijo.
Siempre hay que empezar otra vez, dijo.
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