Tenía un don Ricardo. Podía imaginar universos en un botón, solía demorarse en las canillas del barrio.. cada gota lo convidaba con océanos, barcos e historias de piratas. Daba la vuelta al mundo en una manzana. Un pastito era suficiente para que Ricardo sintiera el perfume del campo en la mañana o, un pájaro, para que recorriera el cielo y mirara bien de cerca las nubes.
Es como le digo, Ricardo tenía un don, pero una tarde pasó el amor frente a su ventana: miles de besos, de abrazos y caricias... Y Ricardito sólo vió pasar a una muchacha.
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